«¿En qué consiste mi
crimen?
En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde
sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación
y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y
las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de
todos. Sus leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas
roban a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar». Estas
palabras dijo George Engel al tribunal que lo estaba por sentenciar a muerte
por ahorcamiento (el 11 de noviembre de 1887), en un dudoso y parcial proceso
de juicio por conspiración en el cual también fueron condenados Adolph Fischer,
Augusto Spies, Albert Parsons, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y
Oscar Neebe; los cuatro primeros, a la misma condena de Engel, Michael Schwab y
Samuel Fielden fueron condenados a prisión perpetua y Oscar Neebe, a 15 años de
prisión; Lingg prefirió el suicidio, con una bomba casera que el mismo había
fabricado en la cárcel, antes que padecer la “justicia del sistema”. ¿Por qué
se los sentenciaba?.
En 1886 Chicago era una de
las ciudades más grandes y poderosas de los EEUU, la ciudad rebozaba de
fabricas de todo tipo y la industria florecía en una economía cada vez más
pujante, en este contexto las condiciones laborales eran realmente paupérrimas,
con jornadas de trabajo cercanas a las 18 horas diarias y un sueldo que no
reflejaba el sacrificio de las personas, en condiciones de semi esclavitud. El
1ro de mayo se convoca a una gran manifestación, allí estaban los obreros y sus
familias, cansados de que sus recamos pacíficos se vieran diluidos en palabras
y justificaciones. En 1868 se dictó la ley “Ingersoll”, por la cual se
establecía una jornada laboral de 8 horas, pero con cláusulas que permitían que
esa cantidad de horas se extiendan, la ley fue muy resistida por los
empleadores que la tildaban de “lunática” y “poco patriótica” y no era
respetada. Los trabajadores no tenían reglas claras para defender sus derechos,
y así la huelga se fue expandiendo a todo el país. Reclamaban la jornada
laboral de 8 horas para poder estar con sus familias, para poder ver crecer a
sus hijos, para terminar con la ignominia de llegar con toda la lasitud en el
cuerpo y solo ver dormir a sus hijos para levantarse a las pocas horas para
volver al trabajo, para leer, estudiar y formarse, para apreciar el arte, para
poder compartir la vida y los sueños con sus esposas, en fin, para vivir.
Pero sus legítimos
reclamos fueron violentamente ahogados por las fuerzas de la mayor democracia
del mundo y quedaron tendidos en el empedrado dos trabajadores muertos. Tres
días después se convoca a otra marcha en Haymarket Square, ahí la represión fue peor. Una
persona no identificada arroja una bomba incendiaria contra las fuerzas
policiales que
intentaban disolver el acto de forma violenta, con el resultado de 7
uniformados muertos y 60 heridos; la cosa se enardece y responden a los tiros
contra la multitud, dejando un número indeterminado de muertos y más de 200
heridos, en lo que se llamó “Revuelta de Haymarket”.
En
1889, la Segunda Internacional en el Congreso Obrero Socialista de París
decidió instituir el 1ro de Mayo como jornada conmemorativa de lucha, para
perpetuar la memoria de los trabajadores que murieron luchando por una jornada
de ocho horas, los mártires de Chicago.
En
nuestro país, la primera conmemoración tuvo lugar el 1º de mayo de 1890. En
Recoleta, en la sede del Prado Español se reunieron 2.000 personas, que
teniendo en cuenta la época fue bastante numerosa. Al día siguiente, los asistentes se enteraron
de que habían perdido su jornal “por faltar al trabajo”. Con el tiempo, el 1ro
de mayo dejó de ser considerada la celebración de un grupo de rebeldes, para
convertirse en una jornada de conmemoración casi en
todo el mundo, curiosamente, no en Estados Unidos.
El acto del 1ro de Mayo de 1905 se realizó en plaza
Lavalle y mientras estaban haciendo uso de la palabra los oradores, un
escuadrón de 120 policías a caballo se lanzó contra la multitud, mientras que
un escuadrón de bomberos policiales atacó por el otro frente. Sobre la plaza
quedaron tendidos cuatro muertos y más de cincuenta heridos. Un informe
policial que registra la detención de un obrero al que se lo encontró
«famélico, en grave estado de desnutrición». El oficial escribiente detalla que
entre las pertenencias del detenido se encontraron 100 pesos y que en el
interrogatorio se le preguntó por qué no había usado ese dinero para
alimentarse, el detenido contestó: «esa plata es del sindicato, de mis
compañeros que tienen tanto hambre como yo, pero dan lo poco que tienen para la
causa redentora de la humanidad, para que sus hijos vivan un mundo que merezca
ser vivido».
Hoy
como ayer, en estos momentos tan difíciles para todos, son tiempos de sacrifico
y solidaridad, de reconocer la abnegación de mujeres y hombres de labor que en
estos mismos momentos están trabajando con sentido de responsabilidad
profesional, con energía, con mucho esfuerzo y sacrifico, con compromiso, resignando
el abrazo de sus hijos cuando llegan a su casa porque antes hay que higienizarse,
sacrificando tiempo con sus familias y hasta poniendo su propia salud en riesgo.
En muchos ámbitos del trabajo esto sucede hoy, pero estas personas conscientes
de su rol en la sociedad, lo asumen plenamente, son ciudadanos de carne y hueso
como todos, que se exponen todos los días, trabajando desde su lugar, en pos
del bien de la sociedad, del de cada uno de nosotros.
Departamento de Expresión
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